CAPÍTULO IV
EL TODO
«Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la
realidad Substancial, la Verdad Fundamental.»
El Kybalion.
«Sustancia» significa lo que yace oculto bajo toda manifestación externa, la realidad esencial, la
cosa en sí misma. «Substancial» significa actualmente existente, el elemento esencial, el ser real.
«Realidad» significa el estado del ser verdadero, real, eterno, permanente, fijo.
Más allá de toda apariencia externa o manifestación debe haber siempre una realidad substancial.
Esta es la ley. El hombre al considerar y examinar el universo, del cual es una unidad, no ve otra cosa
que un cambio continuo en la materia, en las fuerzas en los estados mentales. Ve que nada es
realmente, que todo se transforma y cambia. Nada permanece: todo nace, crece, muere; tan pronto
como una cosa ha adquirido su máximo desarrollo empieza a declinar; la ley del ritmo está en constante
operación; no hay realidades, nada firme, nada duradero, fijo o substancial, nada permanente, todo es
cambio. Todas las cosas surgen y evolucionan de otras cosas. Hay una acción continua que es seguida
siempre de su reacción correspondiente; todo fluye y refluye, todo se construye y derrumba, todo es
creación y destrucción, vida y muerte. Y si el hombre que tal examen hace y tales cosas ve fuera un
pensador, comprendería que todas esas cosas en perpetuo cambio no pueden ser sino simples
apariencias externas o manifestaciones de algún poder que se oculta tras ellas, de alguna realidad
substancial encerrada en las mismas.
Todos los pensadores, de cualquier país o época, se han visto obligados a afirmar la existencia de
esta realidad substancial. Todas las filosofías, cualquiera que haya sido su nombre, se han basado en
esta idea. Los hombres han dado a esta realidad substancial muchos nombres: algunos la han
denominado «Dios», otros «Divinidad Infinita» y «Eterna Energía», «Materia», etc., pero todos han
reconocido su existencia. Es evidente por sí misma. No necesita argumentos.
En estas lecciones hemos seguido el ejemplo de algunos de los más grandes pensadores del mundo,
antiguos y modernos —los Maestros herméticos— y hemos denominado a ese poder que se oculta tras
todas las manifestaciones, a esa realidad substancial, por su nombre hermético del TODO, cuyo
término nos parece es el más amplio de los que puede emplear el hombre.
Aceptamos y enseñamos las teorías de los grandes pensadores herméticos, como también las de
esas almas iluminadas que han ascendido a planos superiores de existencia. Unos y otros afirman que la
naturaleza íntima del TODO es incognoscible. Y esto debe ser así efectivamente, pues nadie, excepto el
TODO mismo, puede comprender su propia naturaleza y su propio ser. Los hermetistas creen y
enseñan que el TODO en sí mismo es y debe ser incognoscible. Consideran las teorías y especulaciones
de los teólogos y metafísicos respecto a la naturaleza íntima del TODO como esfuerzos infantiles de
mentes mortales para sorprender el secreto del Infinito. Todos esos esfuerzos han fracasado siempre, y
seguirán fracasando, debido a la naturaleza misma de la tarea. El que especula sobre ello se encuentra
perdido en un laberinto de pensamientos sin salida, y si persiste en su intento acaba por perder toda
capacidad para razonar sanamente, hasta llegar a serle imposible la vida. Se encontraría en una
situación parecida a la de la ardilla, que en la jaula se pone a girar en su rueda, sin moverse del mismo
sitio, continuando tan prisionera como antes de haber comenzado.
Y aun muchos más presuntuosos son esos que tratan de atribuir al TODO la personalidad,
cualidades, propiedades, características y atributos de ellos mismos, como si el TODO tuviera las
emociones, sentimientos y características de los humanos. Y llega hasta atribuirle malas cualidades,
como los celos, la susceptibilidad a la alabanza y a la oración, el deseo de que se le ofrende y se le
adore y todas esas otras cosas que nos han legado como herencia de los primeros días de la infancia de
la humanidad. Tales ideas no le sirven para nada al hombre desarrollado y acaba por dejarlas a un lado.
Creemos debe indicar que hacemos una distinción entre la filosofía y la metafísica. Religión
significa para nosotros la realización intuitiva de la existencia del TODO y de la relación entre uno
mismo y ÉL, mientras que la teología significa para nosotros el esfuerzo o los esfuerzos que hace el
hombre para atribuirle las propias cualidades, personalidad, características, etc., así como sus teorías
proyectos, deseos y designios, asumiendo el papel del intermediario entre el TODO y el pueblo.
La
filosofía significa para nosotros la especulación que tiende a comprender las cosas cognoscibles y
pensables (permítasenos la palabra), en tanto que la metafísica indica la tentativa de inquirir entre las
nebulosidades de las regiones de lo incognoscible y de lo impensable, la que, al fin y al cabo, tiene la
misma tendencia que la teología. Consecuentemente, la religión y la filosofía significan para nosotros
cosas que tienen realidad por sí mismas, en tanto que la teología y la metafísica son algo así como
senderos tortuosos y laberínticos, por los que circula la ignorancia, y forman la base más insegura e
inestable sobre la que puede apoyarse la mente o el alma del hombre. No insistiremos para que aceptéis
estas definiciones; las mencionamos con el único objeto de deslindar nuestra posición. De todas
maneras, muy poco hablaremos en estas lecciones de teología y metafísica.
Si bien es cierto que la naturaleza esencial del TODO es incognoscible, hay, sin embargo, ciertas
verdades relacionadas con su existencia, que la mente humana se ve obligada a aceptar. El examen de
éstas constituye un asunto apropiado para la investigación, particularmente por lo que se refiere a lo
que el iluminado nos transmite de sus impresiones en los más elevados planos de existencia. Y a esta
investigación os invitamos ahora.
«Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad substancial, está más allá de toda denominación,
pero el sabio lo llama el TODO.»
El Kybalion.
«En su esencia, el TODO es incognoscible.»
El Kybalion.
«Mas el dictamen de la razón debe ser recibido hospitalariamente, y tratado con respeto.»
El Kybalion.
La razón humana, cuyo dictamen debemos aceptar tanto como lo juzguemos conveniente, nos dice
respeto al TODO, sin pretender desgarrar el velo de lo incognoscible:
1. EL TODO debe ser todo lo que realmente es. Nada puede existir fuera del TODO, o, de lo
contrario, el TODO no sería tal.
2. EL TODO debe ser infinito, porque nada puede existir que defina, limite o ponga restricciones al
TODO. Debe ser infinito en tiempo, o Eterno, debe haber existido siempre, continuamente, pues nada
puede haberlo creado jamás, y algo no puede nunca surgir de nada, y si alguna vez no hubiera sido,
aunque sólo fuera un instante, no podría ser. Debe existir por siempre, porque nada hay que pueda
destruirlo, y jamás puede dejar de ser ni aun por un solo momento, porque algo nunca puede
convertirse en nada. Debe ser infinito en el Espacio, debe encontrarse en todas partes, porque nada
existe, ni hay sitio alguno que esté más allá del TODO. No puede ser de otra manera, sino continuo y
omnipresente en el espacio, sin cesación, separación o interrupción, porque no hay nada en ÉL que
pueda interrumpirse, separarse o cesar en su absoluta continuidad, y nada existe tampoco que pueda
«llenar las grietas». Debe ser infinito en Poder, o Absoluto, porque nada hay que pueda limitarlo,
restringirlo, confinarlo u obstaculizarlo. No está sujeto a ningún poder, porque no hay otro que el Suyo.
3. EL TODO debe ser inmutable, esto es, no sujeto a cambio en su naturaleza real, porque nada
existe que pueda obligarlo a cambiar, ni nada de lo que pueda haberse transformado. No puede ser
aumentado ni disminuido, ni ser mayor o menor, bajo ningún aspecto. Debe haber «sido» siempre, y
debe seguir «siendo» siempre también, idéntico a lo que es ahora: el TODO. Nunca ha habido, ni hay,
ni habrá algo en lo que pueda transformarse o cambiar.
Siendo el TODO Infinito, Absoluto, Eterno, Inmutable, debe deducirse que todo lo que es finito,
mudable, transformable y condicionado, no puede ser el TODO. Y como nada existe fuera de Él en
realidad, todo lo que sea finito debe ser nada realmente. No os vayáis a sorprender o asustar, porque no
tratamos de embarcaros en Ciencia Cristiana, cubriendo estas enseñanzas bajo el título de Filosofía
Hermética. Hay una reconciliación entre estos aparentemente contradictorios asuntos. Tened paciencia,
que a todo llegaremos a su debido tiempo.
Vemos en torno a nosotros eso que se llama «materia», la que constituye las bases físicas de todas
las formas. ¿Es el TODO materia simplemente? Absolutamente no. La materia no puede manifestar
Vida o Mentalidad, y como la mente está manifestada en el universo, el TODO no puede ser materia,
pues nada asciende más allá de su propia fuente, nada puede manifestarse en un efecto si no lo está
también en la causa, nada puede evolucionar o emerger como consecuente si no está involucrado o
involucionado como antecedente. Y además la ciencia moderna nos dice que la materia no existe
realmente, sino que es «energía o fuerza interrumpida», esto es, energía o fuerza en un grado menor de
intensidad vibratoria. Como ha dicho recientemente un escritor, «la materia se sumerge en el Misterio».
Aun la ciencia materialista ha abandonado la teoría de la materia y ahora descansa sobre la base de la
«energía».
¿Es pues, el TODO mera fuerza o energía? No. La fuerza, tal como la entiendan los materialistas,
es una cosa ciega, mecánica, carente de vida o mentalidad. La vida y la mente no pueden nacer de ciega
energía, por las razones dadas un momento ha: «Nada puede subir más alto que su propia fuente, nada
evoluciona si no ha involucionado, nada se manifiesta en un efecto si no está en la causa». Así que el
TODO no puede ser mera fuerza o energía, porque si lo fuera no existiría eso que se llama mente y
vida, y ambas sabemos que existen, porque nosotros estamos vivos y estamos empleando nuestra mente
en considerar esta cuestión; y en iguales condiciones se encuentran los que afirman que la energía es
todo.
¿Que es lo que hay superior a la materia y a la energía, y que sepamos que existe en el Universo?
¡Vida y mente en todos sus diversos grados de desenvolvimiento! Entonces preguntaréis: ¿Queréis
significar que el TODO es vida y mente? Si y no, es nuestra respuesta. Si entendéis por vida y mente lo
que nosotros, pobres mortales, conocemos de ellas: ¡No, el TODO no es eso! Mas ¿qué clase de vida y
mentalidad significáis?, preguntaréis.
La contestación es mente viviente, tan amplia como nosotros podamos concebirla, puesto que la
vida y la mente son muy superiores a la fuerza puramente mecánica o a la materia. Mente infinita y
viviente, si se compara con la vida y la mentalidad finitas. Queremos indicar eso que quieren significar
las almas iluminadas, cuando reverentemente pronuncian la palabra: ¡ESPÍRITU!.
El TODO es mente viviente e infinita, los iluminados lo llaman Espíritu.
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El Kybalión
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